Inicié mi vida laboral trabajando para varias agencias de marketing digital. En esos años gestioné las redes sociales y las campañas de marketing online de grandes empresas como TopRural, PortAventura, 3M, Huawei, WeChat, Asociación Nacional de Cerveceros…

Llegué, por así decirlo, a lo que yo consideraba «la cima» de mi carrera como publicista. Sin embargo, yo quería ser madre, y ese estilo de vida no me permitía serlo. Así que me di de alta como autónoma y empecé a trabajar como consultora de marketing online freelance. Por aquel entonces fuí mamá y di a luz a dos preciosos hijos. 

Fundé una pequeña agencia de marketing digital, llamada WebRocket. Pero después de un tiempo sentí que algo me faltaba. Era como si mi propio ser buscara una resonancia más profunda, una forma de contribuir que fuera genuina y que elevara, en lugar de simplemente hacer diseño y optimización de páginas web.

Fue entonces cuando la vida me llevó a explorar caminos de consciencia, a sumergirme en el mundo de los terapeutas holísticos, los sanadores y los emprendedores que, como yo, buscaban dejar una huella positiva. Conocí a personas con dones increíbles, con terapias que transformaban vidas, con mensajes que el mundo necesitaba escuchar.

Pero me di cuenta de un patrón: muchos de ellos, con sus corazones abiertos y sus manos dispuestas a ayudar, se sentían perdidos en el laberinto digital.